Quiero contarle un sueño, más bien era pesadilla. Soñé que estaba perdida, y que por no preguntar no encontraba la salida, era de noche, un lugar oscuro y feo, que era como un túnel. Luego me despierto y menos mal que estaba soñando.
En seguida Dios trajo a mi corazón que, así como yo me sentía, así es como nos sentimos cuando estamos alejados y separados de Él. Y muchas personas en ese túnel de frustración y oscuridad más bien culpan a Dios, en vez de buscarlo.
Resulta que había un hombre muy bien portado, muy decente, muy respetuoso, sobretodo amaba y temía a Dios y se apartaba del mal. Además, tenía una gran familia, era muy rico, tenía sirvientes, tenía muchos carros, aviones y yates e inversiones en la bolsa de valores (en su contexto, ovejas, camellos, bueyes, burros).
Cuando sucede lo inesperado:
Un día a Job se le mueren sus hijos, pierde sus posesiones, y Job obviamente se puso triste, pero todavía exaltó el nombre de Dios.
“y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo estaré cuando me vaya. El SEÑOR me dio lo que tenía y el SEÑOR me lo ha quitado. ¡Alabado sea el nombre del SEÑOR!». A pesar de todo, Job no pecó porque no culpó a Dios.” Job 1.21
Normalmente la tendencia del hombre es culpar a Dios por sus desgracias. La tendencia del hombre es cuestionar a Dios por las injusticias de la vida. Pero todo eso solo es señal de no conocer en realidad a Dios. Aunque en realidad a Dios nunca le alcanzaremos a conocer por completo mientras tengamos esta mente humana. Pero lo que Él ha revelado es suficiente y es lo que Él ha querido revelar.
¿Dónde está Dios? ¿Por qué Dios no hace algo al respecto?
La respuesta es: Ya Lo Hizo! Enviando a Su Hijo al mundo, para salvar al mundo.